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Examen de un instante


Imagen: Crash

 

El pasado treinta y uno de diciembre Fabrizio Cossalter y yo conversamos, en la terraza de El Péndulo en la Condesa, a la par de un café y unos cuantos pitillos. Minutos antes del abrazo final, pedí su auxilio para encontrar en medio de las atiborradas estanterías Examen de conciencia de un literato, publicado por el sello Ai Trani. Después de tan exhaustiva búsqueda el cándido dependiente bajó las escaleras, con expresión triunfal, extendiendo su brazo con la mercancía. No creo olvidar las palabras de Fabrizio al momento de pagar: Te va a gustar mucho, pues es su testamento espiritual. Finalmente nos deseamos un feliz 2017 y cada quien retomó su camino.


Renato Serra, crítico literario italiano, cuya muerte la debemos a causas de corte bélico el 20 de julio del lejano 1915; heredó a sus lectores, una decisiva impronta para un acercamiento minucioso al mundo de las letras: un fulguroso testimonio sobre la espiritualidad del arte. Quien lea esta herencia se detendrá ante la visión de un hombre alejado de la frivolidad, cuyos ojos fueron capaces de mirar más allá de la profundidad de la condición humana. Habilidad adquirida por poquísimos sujetos; y por un reducido número de escritores.


El primer ensayo Salida para Libia de un grupo de soldados fue escrito a partir de una muchedumbre ruidosa. El jolgorio aunado al sudor de los soldados y la sed de victoria del batallón, permiten analizar al hombre común, llamado a la cumbre del espíritu y del pensamiento, quien dejándose manipular por funestas propuestas, padece aniquiladora metamorfosis tornando su magnífica condición a una propia más bien de una bestia.


Al anterior le sucede Examen de conciencia de un literato, ensayo toponímico, producto de un profundísimo y auténtico proceso introspectivo. A todos nos resulta difícil escribir sobre acontecimientos no vividos, en mi caso: la guerra. En algunas situaciones, escribir a partir de lo desconocido, puede hacernos perder prestigio, si es que alguna vez lo tuvimos. Renato Serra escribe desde el dolor. Un suplicio cuyo génesis radica en la sórdida masacre entre semejantes. El mundo hecho para la vida, se paraliza, gracias a la muerte. La Creación atentando contra la Creación. Más adelante es el mismo Serra quien concluye con finísima sabiduría: quizás el beneficio de la guerra, como en todas las cosas, se encuentra en ella: un sacrificio que se hace un deber, un deber que se cumple. Se aprende a sufrir, a resistir, a contentarse con poco, a vivir más dignamente, con más seria fraternidad, con más religiosa sencillez, individuos y naciones: hasta que no desaprendan. Mientras vivimos en la época de todo al alcance de la mano, el testimonio de un agente militar nos recuerda lo mínimamente necesario para vivir. Escrito con fervorosa pasión, es en verdad, un testamento espiritual y todo un tratado de educación en la fortaleza (he pensado pedirles a los padres de mis preceptuados que lo lean). Un hombre condenado a enfrentarse con el enemigo, apreciando la vida que parece esfumarse a cada segundo.


El último escrito bautizado como Diario de Trinchera, es la narración de los últimos diecinueve días de su paso terrenal. Es aquí donde experimenté en carne propia las palabras de Domínguez Michael al responder ¿qué haces cuando lees? Hablar con los muertos. No creo exagerar al afirmar que palpé la vida de un hombre al borde la muerte. Un soldado cuya existencia corporal se extinguió hace más de cien años, me hablaba a mí, cual confidente en la intimidad propia de un amigo. Día tras día escribe las peripecias de su terrible experiencia militar. Su vida pendiendo de un hilo a cada instante, hasta por fin consumarse.


La literatura de la guerra, es siempre dura. Es vasta su riqueza. Mucho podemos aprender sobre el aprecio de la propia vida, gracias a esos escritores que escriben desde la experiencia. La guerra siempre, es dolorosa. Pero precisamente aquí es donde agradecemos la hermosa tarea literaria; mirar el mundo con los ojos de otros.

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