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Tiempo Presente

Por Alejandro Salcedo

29/05/2018

De la aceleración a la contemplación

Lo primero que quiero hacer al comenzar esta breve columna es disculparme con mis dos fieles lectores: mi Asesor de estilo -mi esposa- y mi Director Editorial -mi gran amigo Miguel Ángel-. Las últimas semanas han sido aceleradas, han pasado a la velocidad de la luz y me ha faltado capacidad para detenerme y hacer lo que tanto me gusta… pensar el tiempo presente.

 

Ahora me encuentro en el sillón rojo de la casa, ante un maravilloso regalo que se conjuga por dos elementos: la tranquilidad de poder estar sentado en casa y la armonía de las risas de mi hija -Ana Lucía- que se desarma a carcajadas ante los besos que le da su mamá. Ante este regalo que me permite abrir los ojos y salir de la aceleración, viene a mi cabeza un poema de Amalia Bautista “Los pies de mis hijas”, el cual comparto a continuación:

 

Qué feos son los pies de todo el mundo,

menos los de mis hijas. Qué bonitos

son los pies de mis niñas. Los mofletes

redondos y rosados de los ángeles

envidian sus talones, y sus dedos,

vistos desde la planta, diminutos,

tienen la suavidad de los guisantes.

Los tienen a estrenar. Y me conmueve

pensar en cada paso que aún no han dado.

 

Después de disfrutar el poema pensando en el misterio y ternura que resguardan los mofletes rosados y redondos de Ana Lucía, pienso que pocas estrategias tan eficaces para combatir la aceleración de nuestro tiempo como la contemplación en la que la casa se transforma en hogar; las carcajadas en un diálogo amoroso de familia; y los pies se convierten en porvenir, en poesía.

Imagen:

1. PEXELS

2. PEXELS

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