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Disquisiciones. Examen y divagación


Imagen: Tilkon

 

Es verdad. Gran parte de las cosas buenas aparecen sin buscarlas. Mientras burguesmente esperaba a un buen amigo en Starbucks, decidí hacer a un lado a Balzac y dejarme llevar por una racha frívola en las redes sociales. De pronto, The Fiction Review compartió una bonita invitación a la presentación de “Disquisiciones, examen y divagación” del escritor Esteban Martínez Sifuentes. El buen diseño, captó mi atención. He de confesar. La razón principal por la cual acepté la abierta invitación, fue la comodidad. El recinto dista cinco cuadras de mi casa. En cuanto el viernes apareció en el horizonte cotidiano, me lancé sin más.


Una vez arribado en el Museo Francisco Cossío, la sorpresa me tomó pres. Ni un alma en la sala a pesar del montaje. El acomodo indicaba que un libro sería presentado allí. Después de una corta espera los asistentes comenzaron a llegar. De pronto, un sujeto captó mi atención debido a su parecido con el escritor Héctor Zagal, y fue a colocarse en medio del pódium. Rodeado de un periodista, un poeta y otro sujeto que parecía importante; nos dio la bienvenida. El evento una duración de poco más de cuarenta minutos. Después de los elogios y de escuchar la pompa y circunstancia por parte de los presentadores me acerqué con el autor. He ahí el génesis de una amistad.


Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Disquisiciones se vale la cotidianeidad. Los artefactos hechos por el hombre, para su servicio, sirven como reflexión filosófica. A primera vista, los temas aquí tratados, pueden parecer banales y frívolos. No es así. Así como Kierkegaard escribió acerca de lo que la gente espera, muchas veces de la filosofía, de lo que nos rodea y en especial de la vida. Esteban Martínez Sifuentes hace un ejercicio interesante, donde filosofía y literatura se entremezclan. El dominio del lenguaje surge como un juego de niños. Un ejercicio lúdico. Evidentemente, quien pretenda acercarse a la lectura por vez primera podrá sentirse un tanto defraudado de las Disquisiciones, pues más bien es un libro de descanso para el lector asiduo.


Debo resaltar la limpieza de la obra de Esteban, aunque tiene dos alusiones intrascendentes, no necesita escribir de sexo para conquistar a su público. Como resultado de este quehacer escriturístico, me queda claro una sentencia de un amigo de la infancia: Todo es posible. Luego de buscar, me queda claro que nada le es ajeno e imposible a la literatura.

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