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Washington Square, el amor entre el XIX y el XX


Imagen: Culturamas

 

Agradecemos el apoyo de la Editorial Sexto Piso


En la Anatomía de la Influencia el desgreñado Harold Bloom indica, atropellando como con inquisitiva sabiduría, que la abrumadora presencia del amor es indispensable para entender la alta literatura; tal afirmación procede de un profundo conocer y entender la literatura como modo de vida, pues el objeto de la hermosa musa ha sido prostituido olvidando su razón de ser; servir al hombre como instrumento del espíritu para conocerse mejor así mismo, delineando el misterio de la condición humana a través de sus historias. Por esa razón, el Amor no puede excluirse.


Yanqui, crítico, novelista y finalmente inglés Henry James tuvo como eje de su exploración literaria la indagación de lo humano por los siniestros e ignotos cauces de la psicología. Quien ha leído la obra Henry James habrá notado que al nacer el crepúsculo de la novela, las dudas no se disipan sino se complican y aumentan. Algunos críticos defienden la tesis de que James deja el final a la imaginación del lector, otros tantos discípulos de Freud ostentan y aprietan la influencia psicoanalítica de Sigmund aplicándola al bestial final en la que todos los personajes son unos dementes sexuales. Yo me pronuncio a favor de la posición crítica y no la psicoanalítica crítica. Sea como sea en Washington Square se aprecia una historia lineal acerca del desarrollo de la personalidad de la joven Cateherine, mujer carente de belleza física y poseedora de gran categoría humana y firmeza de carácter, a quien su círculo familiar la tachaba como una pobre señorita olvidada por los trascendentales (propiedades metafísicas del ser) pero con cómodo futuro material suplente de todo amor.


Toda proyección futura cambia a partir de la aparición del apuesto Morris Townsed, un nini decimonónico, y sufrir el repudio por parte del padre al conocer los íntimos sentimientos de su hija hacia el despreciable Townsed. La familia por un lado tratará de influir positivamente y negativamente por otro en el aparente deleznable corazón de Catherine, sin ninguno poder lograr su cometido.


El gran mérito de James está en su finura por describir la evolución psicológica de su personaje, Catherine sin dejar de ser la misma cambia su perspectiva de la vida a lo largo de doscientas páginas. Washington Square explora la irracional facultad de la voluntad llamada libertad.


Por último sería grosero de mi parte no mencionar el valioso trabajo de la Editorial Sexto Piso y de Teresa y Andrés Barba por su esmerado cuidado y sencillez de su traducción, trabajo nada sencillo.

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