Lamentablemente supe de Jaume Vallcorba unos días después de su muerte en 2014. No obstante mi contacto con él data de mis pasos adolescentes hacia la madurez lectora (no creo conseguirla). La primera vez, recuerdo bien, tomé la decisión de leer El Elefante de Slawomir Mrozek en vez de Novela de Ajedrez de Stefan Zweig; está disquisición tuvo como sede la librería del Fondo de la Condesa para culminar en Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo. Sin embargo a las primeras páginas abandoné El Elefante por algo más fácil, pues la química no balanceó las ecuaciones de nuestras simpatías.
Jaume Vallcorba barcelonés elegantísimo fundó la muy querida Editorial Acantilado, mientras llevaba Cuaderns Crema un sello peculiar, y poco universal, cuyo nicho se limita únicamente literatura en catalán. Su persona ha consistido en un gradual descubrimiento, de la sorpresa a la admiración. El empeño por llevar y publicar a los grandes de la literatura, muchas veces olvidados o desconocidos para los lectores, como Pessoa, Chesterton, Zweig, Traven, Boswell, Joseph Roth, entre muchos otros; se debe en gran medida a un cierto capricho por publicar los libros que él mismo quería leer. De este modo Vallcorba no solo ejerció el artesanal oficio de editor sino también fungió como un verdadero crítico literario, capaz de llevar al lector de la mano hasta la cumbre más alta de la literatura universal.
No he encontrado texto alguno, si es que lo hay, de carácter vulgar en el repertorio literario de Acantilado, basta mencionar Prefacio a Shakespeare, La felicidad conyugal de Tolstói, La comedia humana de Saroyan, Tres maestros y El mundo de ayer de Stefan Zweig. Cada una de las citadas obras, esconde un poético trabajo de entretejer la edición, el arte de la portada, la suavidad de las hojas y la nitidez de la tinta, tan amable a la vista. Acantilado, aristócrata editorial de corte clásico y erudito, con total certeza tendrá en la historia de la literatura un capítulo importante, por su destacada labor artesanal.
Ayer por mi labor profesional como docente terminé de leer un libro acerca de la educación en diversos países del globo; el autor entre otras conclusiones declara una completa aberración: México debe enfocarse en las ciencias y olvidar las humanidades o bien dejarlas para unos cuantos. El respetado periodista olvida que el acceso a la alta cultura dota a la persona de una categoría humana indispensable para el crecimiento de una nación. En México donde grandes editoriales hacen una admirable labor, no es posible muchas veces vislumbrar si quiera la grandeza literaria. Gracias a Vallcorba, y otros cuantos, para nosotros por los menos es posible verla en el horizonte.
En fin, con el breve ensayo quisiera manifestar mi agradecimiento, cariño y estima a este hombre de letras y arquitecto editorial de la cultura libre, quien construyó un puente para facilitarnos la cuesta a la cima de la alta cultura.