Agradecemos el apoyo de la Editorial Sexto Piso
Según Fernando Savater; Gustave Flaubert se concebía a sí mismo como un “hombre-pluma”, aludiendo a una vida consagrada a la escritura. Sin lugar a dudas tal reduccionismo en el concepto de persona, entreteje cierta poesía escrita a causa de la pasión. Al releer las páginas de Savater me resulta imposible no pensar en Ricardo Piglia.
Mi relación con Piglia estriba desde la sencillez ordinaria del lector, es decir el yo lector y un tú que escribe. Vaya paradoja, la mayoría de las veces, el autor no conoce la existencia de su lector, aunque la intuye. Luego de encontrar su nombre por numerosos sitios, opté por darle un chance. Fui directo a sus diarios. Aunque algunos pasajes me parecen escabrosos, Los diarios de Emilio Renzi se convirtieron en un libro clave para entender lo que un escritor aporta al mundo. La literatura se escribe a partir de la experiencia. Seguí con algunas de sus novelas y libros de cuentos, hasta dar con La forma inicial; obra publicada por la Editorial Sexto Piso.
Conversaciones en Princeton es el nombre que bautiza al libro en su totalidad. Hace algunos, dí un paseo con Vicente Amador, filósofo y jefe en aquél entonces, por las calles revestidas de Otoño en Chimalistac. Al contarle mis inquietudes, sobre convertirme en crítico, me explicó que para escribir había que hacerlo, y mucho, leer más, viajar y conversar. Ricardo Piglia hizo todo lo anterior, de hecho llegó a más. Mediante un diálogo sostenido con alumnos de Arcadio Díaz Quiñones, se cumple el título de una edición de homenaje al argentino preparada por Confabulario, suplemento cultural del diario El Universal: Ricardo Piglia el hombre que nos enseñó a leer.
Piglia propone una pedagogía de la literatura; donde el escritor profundiza en las disquisiciones de la condición humana, poniéndolas al alcance del lector común. La literatura cumple su función como maestra de humanidad, mediante el uso de los textos y el análisis de las formas. En palabras de Piglia el escritor se convierte en profesor, y más aún, se transforma en crítico. Pues quien ejerce la crítica literaria tiene el cometido de elevar el tono del lector acercándole a la Belleza por medio de la alta cultura. El crítico es un escritor capaz de enseñar a través de la palabra escrita y la confronta con otros. El único reproche a lo largo de estas páginas radica en una sospechosa genuflexión y adoración hacia la literatura; como si el hombre estuviese hecho para la literatura y no viceversa. Si esto es así, es fácil perder el norte.