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Otra vuelta de tuerca


Imagen: Ediciones Siruela

 

De entrada el título de la obra conlleva un dejo de confusión e irremisible inquietud. No por el título en sí mismo, sino por la mera angustia de encontrar lo escondido en sus páginas.


Leí por primera vez a Henry James hace algunos años, y una de las cosas más notorias consiste en la exactitud en el uso de las palabra; James es sumamente meticuloso a la hora de elegir los modos de decir; logrando fidelidad en su mensaje. Si bien Harold Bloom elogia a Henry James en Genios (Anagrama, 2004), no queda duda alguna sobre la majestuosidad de su pluma. Otra vuelta de tuerca se publicó a finales del siglo antepasado. Imagino la fuerte impresión causada a sus lectores contemporáneos, debido a la oscuridad de la época. Leer la historia de los siniestros niños me sitúo en una ambientación escabrosa, como tal cual escenificó Nicole Kidman en The Others. Leí Otra Vuelta de Tuerca alumbrado por la noche, en un sitio donde las fronteras hidalguenses y tlaxcaltecas se confunden. Se trata de una ex hacienda taurina, antesala del paraíso, donde uno consigue escuchar el silencio en su estado más puro. El escenario lluvioso y friolento de aquellos días me brindó una experiencia lectora inmejorable; era como si estuviese en Bly tratando cara a cara con sus protagonistas. Una historia inquietante y en ocasiones sofocante, portadora de un sentido de culpa como ninguna. Los ratos dedicados a su lectura giraron en torno a la noche, confieso que la angustia y el temor se apoderaron de mí en diversas ocasiones; sobre todo cuando los niños de Bly se detenían delante de mis ojos sonriendo despóticamente a su institutriz. Comprendí la traumática experiencia de las miradas infantiles cargadas de cinismo y horror. En cuanto la protagonista se adentra en los aposentos del pequeños Miles, los latidos de mi corazón marcaban constancia referida a un miedo no fácil de controlar.


Queda clara la naturaleza social como característica de la complejidad humana y la necesidad de los demás para alcanzar la perfección. James lo tenía claro y con este propósito ha regalado a la historia de la literatura un relato sobre lo que conlleva el acto de ayudar a otros: sufrimientos, constancia, lealtad y felicidad.


La obra del yanqui inglés conduce a reflexionar sobre las acciones del hombre. Siendo más preciso, una reflexión acerca de las repercusiones de las decisiones de unas personas sobre otras. Para ser aún más preciso: una reflexión dirigida a descubrir la anatomía de la decisión y su repercusión sobre las demás personas. El corazón humano es capaz de destruir la más pura inocencia, pero también está capacitado para ayudar a purificarla.

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