Ahora que media España ha visto la serie “Isabel” en televisión, puede ser oportuno recomendar una de sus mejores biografías. La vida de la admirable reina castellana, tan rica y cargada de aventura durante medio siglo, supera la imaginación del mejor guionista o novelista. Supo mantener su integridad moral en la corrompida corte de Enrique IV, su hermanastro. Contra la voluntad del rey, se casó a los dieciocho años con Fernando, rey de Sicilia y heredero de la corona de Aragón. A los veintitrés era reina de un territorio empobrecido, esquilmado y ensangrentado por los nobles. Treinta años más tarde, a su muerte, Castilla era el primer y más poderoso Estado moderno, organizado y pacificado, protagonista de la increíble aventura americana.
Ahora que media España ha visto la serie “Isabel” en televisión, puede ser oportuno recomendar una de sus mejores biografías. La vida de la admirable reina castellana, tan rica y cargada de aventura durante medio siglo, supera la imaginación del mejor guionista o novelista. Supo mantener su integridad moral en la corrompida corte de Enrique IV, su hermanastro. Contra la voluntad del rey, se casó a los dieciocho años con Fernando, rey de Sicilia y heredero de la corona de Aragón. A los veintitrés era reina de un territorio empobrecido, esquilmado y ensangrentado por los nobles. Treinta años más tarde, a su muerte, Castilla era el primer y más poderoso Estado moderno, organizado y pacificado, protagonista de la increíble aventura americana.
William Thomas Walsh estudió en la Universidad de Yale, ejerció el periodismo y fue profesor de lengua inglesa. En 1930 publicó en inglés Isabel de España. La primera edición castellana vio la luz en Burgos, siete años más tarde. Entre los muchos méritos de esta biografía yo destacaría su respeto a la verdad, su amenidad y su claridad expositiva. Esa claridad brilla especialmente cuando muestra el contexto de ideas y circunstancias que explican las difíciles decisiones de los protagonistas. Si tuviera que destacar tres ejemplos, las páginas dedicadas a los musulmanes, a los judíos y a la Inquisición me parecen difícilmente superables.