El mexicano José Emilio Pacheco ha cautivado a muchos lectores de todo el mundo gracias a sus poemas, crónicas y novelas. Nacido en la Ciudad de México, desde muy chico se incursionó en la escritura, colaborando en revistas y periódicos. Cuentan que, su aprendizaje profundo y grandes conocimientos, fueron gracias a su padre, que en casa frecuentaban tertulias donde llegaban grupos de escritores que el infante José Emilio escuchaba con paciencia.
“Los días que no se nombran”, es una antología personal de nuestro querido escritor mexicano. El libro cuenta con registros de que este poeta que siempre vivió entre la literatura. Entre sus páginas se puede leer un México Antiguo. Sus oraciones son pasillos de historias que renacen. Cada verso, casa frase, realza a un poeta vestido de orgullo que nos narra a través de colinas, valles y montañas: nuestro pasado. La Madre Naturaleza es revelada y un canto literario nos muestra su grandeza.
Un sutil dolor con olor a conquista no pasa desapercibido. La conversión de un México abundante hace que esperen mucho de nosotros. El autor recalca mucho este hecho: la sumisión del presente es un reflejo de la conquista del pasado. Antes de La Conquista, los lagos estaban cubiertos de agua dulce que daban vida para posteriormente ser llenados de sangre. Hoy en día, nuestros dirigentes lo único que han hecho es, convertir esos lagos de sangre y alguno que otro de agua dulce en desiertos. Toda nación que olvida su pasado está condenada al deterioro.
Aquí recorremos los infortunios que tuvieron que pasar nuestros ancestros para que hoy formemos el pueblo que somos. Paginas que lloran sangre nuestra, desde La Conquista hasta Tlatelolco, nos hacen recordar nuestro pasado para no olvidarlo.