Reaccionar con una mueca de desagrado, después de ser interrogado sobre si somos afines al té, es normal. Cualquier mortal, y más en México, relaciona el sabor del té con dolosas experiencias estomacales. La premisa mexicana ante la mal preciada bebida es: Estás enfermo; ergo toma té. Los más sofisticados se valen de una jarra de peltre donde, junto con el agua, sumergen los ramilletes de manzanilla o hierbabuena hasta destilar el fruto gracias al punto de ebullición. Ya terminada la infusión, es posible curar todo tipo de males.
Las compañías dedicadas, no sé si al cultivo, a empaquetar sobrecitos con pasto y alfalfa; suelen jactarse y presumir de gourmets en sus infernales presentaciones, consiguiendo al fin que el gran público ni siquiera se fije en la beneficiosa existencia. Los divulgadores de la infusión oriental, sufrimos las consecuencias tachándonos de anticuados, retrógradas, tercermundistas, y una interminable lista de calificativos altamente deplorables. En fin.
Dialogar con los bebedores sobre la existencia de los sobrecitos de Twinings, Big Elow, Teavana y el espléndio Lapsang Souchong Smokey Grey de Whittard; la gente abre los ojos de par en par. Hace poco yo formaba parte de los indiferentes y descreídos. Hasta que un día mi amigo Frank, al preguntarme si deseaba un té para acompañar nuestra conversación y notar mi cara de repugnancia me explicó: Confía en mí, esto es diferente. Al verlo tan seguro y convencido, decidí dejarme llevar. Acercó una bolsa de papel pidiéndome que oliera. Incrédulo y curiosos, obedecí. De pronto, un aroma a frutos rojos, mezclado con rosas y un ligero toque de caoba perfumaron mis fosas, inundando mi espíritu de suave suspiro. A continuación, vació en un infusor un poco de esa maravilla de la creación y vertió en él agua caliente. La inocuidad del agua se tiño de un débil rosa intensificando a cada segundo su color, hasta conquistar lo incoloro con un rojo carmesí. Pasé de la incredulidad a la expectación. Del infusor pasó a una taza de vidrio, para tener una vista panorámica y poder contemplar en su máximo esplendor.
Esta es la historia de otro parteaguas de mi vida. Una probadita del cielo en la tierra, gracias a mi querido amigo Frank. Pues ahora, querido lector, Te sugiero que corras a tu Liverpool más cercano y consigas una caja de black Tea Whittard. Prepara agua caliente y utiliza una taza de vidrio. Antes de sumergirte, elige tu novela (narrativa), te recomiendo vivamente escuches la playlist deeb-slowcalm-Chill instumental y déjate llevar. Después, me llamas y me invitas un té.