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El Despertar de la Señorita Prim


Imagen: Editorial Planeta
 

Cerré la puerta de mi habitación casi de golpe, maleta en mano con el nerviosismo de llegar a tiempo a la Estación del Norte de Valencia para tomar el tren. Crucé a toda velocidad por la Plaza del Ayuntamiento, mientras veía con detenimiento mi “gps” hecho a mano diligentemente sobre un post it donde especificaba la ubicación de dos librerías a visitar antes de tomar el tren, un camino largo me esperaba. La misión estaba clara, iba en búsqueda de dos chestertons y de una novela recomendada por la Profesora Garibo –mujer de aguda intelectualidad y contagiosa alegría–: El despertar de la Señorita Prim...


El título del libro no era de mucha ayuda –pensé–, y cuando por fin lo tuve en mis manos, su portada elevó mis sospechas.


-No juzgues un libro por su portada- relampagueó la voz de mi abuela en mi cabeza, así que lo compré, dispuesto a leerlo en las horas de viaje por delante, ¿por qué la urgencia? porque ese era el tiempo que el libro tenía para convencerme de llegar a convertirse en el regalo para mi esposa. Uno debe de ser un catador exigente para seleccionar los libros por leer y al menos el doble cuando pretende regalar el libro a las personas amadas.


–El tren no estará aquí hasta dentro de cuarenta minutos– dijo el guardia de la puerta de los andenes, mientras sorteaba a los pasajeros que con prisa entraban y salían rumbo a los más insospechados destinos.


Comencé a leer el libro mientras tomaba un cortado –sin azúcar por favor– sentado en la barra del bar de la estación.


-Pero, ¿a qué viene tanto lío? ¿y la crítica literaria dónde queda?– pensó el lector mientras aventuraba una sonrisa.


El despertar de la señorita Prim es una novela dispuesta para llevar al lector ágilmente a recorrer el acogedor pueblo de San Ireneo de Arnois, a beber té y degustar variados pastelillos; a recorrer con entusiasmo la biblioteca del “hombre del sillón”; a cautivarse por la excentricidad de sus habitantes y su modus vivendi; y a dejarse interpelar por las conversaciones, dudas y reflexiones de los personajes.


En su opera prima, Natalia Sanmartin, nos presenta una narración con la posibilidad de disfrutar en tres niveles: el estético –desde la belleza de San Irineo hasta las citas literarias–, el de confrontación con la sociedad actual –líquida, de cansancio y descarte–, y el de la trascendencia –planteamiento infranqueable de la existencia humana–.


Al lector afilado de escrupuloso intelectualismo que esté pensando descartar la lectura de este libro por considerarlo con agudo prejuicio bajo el rubro de chick flick, sólo me queda advertirle lo dicho por el desbordante G.K. Chesterton "a aquel al que no se le ablanda el corazón, termina por ablandársele la cabeza"...


En la primer hoja del libro, que ahora descansa en el buró de mi cuarto se lee "Para Marthita, con todo mi amor. Pamplona 2018".



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