Ya decía no sé quién, que escribir es reescribir. Estas líneas fueron escritas una sola vez; y reescritas muchas más. Labrar la belleza en palabras, no es empresa fácil. Las obras de los hombres, estarán siempre incompletas; poseen capacidad de mejora, de afinación. Por esa razón, el cuadro nunca queda terminado. Es necesario detenerse. Pues la obsesión puede llevar al artista a una locura innecesaria, causada por mera estupidez.
La tarde entrada en madurez, nos provee de belleza.
Sopla sereno el viento.
Acaricia los brazos del hombre,
por la terrena senda.
En esta preciosa tarde,
Escucho una armonía creada por el hombre.
Las cuerdas del instrumento,
Acariciadas son por el intérprete,
El hombre, criatura excelsa;
capaz de colmarnos de dicha,
al menos por unos instantes de gracia,
con el favor de la naturaleza.
La chica pega con suavidad los tambores,
un alumno, nada más verla y oírla,
se admira ante la grandiosa coreografía,
proveedora de armonía.
Impacta aún más la sonrisa
de la joven,
mientras trabaja concentrada.
¿Quién dice que no existe un Dios?
Si nomás mirar sonrisa adusta,
basta para descubrirlo.
Pobre poema este, a comparación de la melodía.
La música es la más alta de las artes.
Letras y sonidos se hermanan
Para exaltar a la más diga criatura.
Apenas me cae el veinte. Para lograr algo necesitas trabajar duro. Por favor, no pienses mal de mí querido lector; simplemente profundicé un poco en la realidad. Hace poco más de cinco años emprendí rumbo en el quehacer literario valiéndome, gracias a Dios, de la crítica. Casi todos mis esfuerzos he tratado de encaminarlos a profundizar en el viejo oficio. Convencido estoy, de mi labor y de mi vocación como crítico. No obstante, insatisfecho me encuentro; incompleto de algún modo.
La semana pasada cerré las páginas de La cripta de los capuchinos del gran Joseph Roth. En sus páginas, descubrí que los nombres de mujer, me fascinan. Más aún, seguidas de apellido. La esposa del protagonista lleva por nombre Isabel Trotta. Este hermoso apelativo, sugiere elegancia, categoría y finitud. Después de leer, decidí que si algún día emprendía una nueva aventura literaria, escogería el nombre del personaje de Roth como emblema de mi empresa.