Según un artículo consultado en Wikipedia, el autor explica el génesis del genio musical de un virtuoso guitarrista ochentero. Quienes somos fieles devotos del rock-metal; su puro nombre nos inspira sentimientos de algarabía y respeto. Al enterarse de la trágica muerte de Jimmy Hendrix; el sueco y desgreñado Yngwie Malmsteen, con ademán redentorista, decidía a conciencia poner fin al inmenso abismo dejado por su predecesor. Más de uno, le hemos dado las gracias. Algo de similar envergadura sucedió un siglo antes; mientras el emperador de Alemania, Guillermo I, se jugaba la eternidad en el divino tribunal, la primera sinfonía de Mahler veía la luz.
Mi relación con Mahler y la música clásica es tardía. Hará más de diez años, cuando escuché su nombre por vez primera. Un connotado profesor universitario, pasaba unos días veraniegos en la Ex hacienda Montefalco leyendo la biografía del compositor mientras otros más se recreaban intentando clavar el balón en la red contraria. Valiéndome del instigador espíritu curioso, heredado de mi madre, indagué ciertas páginas web buscando datos revelados del biografiado. Sin embargo, el entusiasmo se esfumó por la puerta trasera y ya no supe más del joven Gustav. Reproduje la segunda sinfonía y otros menesteres me hicieron abandonar la empresa. Luego, después de ocho años aquél impulso adolescente volvió a tocar las puertas de mi corazón adulto y adusto. Fue durante una reunión con algunos mayores. Un comentario de pasillo, se convirtió en pasión adquirida. He olvidado el contexto, pero el nombre de Mahler salió de mis labios. Uno de los asistentes, apresurado por algún inquieto estímulo, me preguntó con intensísimo talante primario si me gustaba la música de Mahler. Respondí que sí. De acuerdo con mi reloj, pasaron diez minutos durante los cuales el compositor pasó a ser la sustancia misma. Al día siguiente, tenía en mis manos; la excelsa biografía escrita por Henry Louis de La Grange. Sin saberlo, acababa de introducirme en un mundo sin fin.
El gran Gustav Mahler, nació en el seno de una familia judía. A corta edad mostró interés por la música clásica; y la vida lo fue llevando hasta dirigir la Orquesta de Budapest, a la misma edad en la que yo escribo estas líneas; y después pasó con la Orquesta de Hamburgo. En todos sentidos, Mahler era un genio, aunque al parecer no era del todo amigable, poseía un profundo sentido de la familia.
Luego de comparar la Batalla de Windsor de Beethoven, con el Titán de Mahler; es fácil notar las diferencias. Mientras la sinfonía del alemán, desborda pasión y benevolencia; el vienés, es estrictamente paciente. Mahler, se parece al vino tinto. Sutilmente guía a quien lo degusta, hacia una majestuosa explosión de placer lícito. La música mahleriana es delicada; con puntos álgidos a media sinfonía llevados con gran majestuosidad.