top of page

Cigarros en Polanco


Imagen: UNSPLASH

 

Será tema de otra columna. Si es que las palabras se dejan. Volver. Peculiaridad del ser vivo. En el hombre, el verbo volver, tiene implicaciones afectivas grandes. Ir de nuevo a los sitios donde uno ha gozado con esos a quienes tanto quieres, es duro enfrentarse con fantasmas. Ser consciente que alguien o algo estuvieron aquí alguna vez, y ahora no, tiene su carga de impacto. El jueves pasado, durante una lacónica estancia en la Ciudad de México, pude pasear por exiguos minutos, por un sitio de semejante envergadura. Insisto, será tema para otra columna.


Al salir, vislumbré una tienda de autoservicio en el corazón de Polanco. Driblé la amenazante maquinaria automovilística sin lesión alguna. Nada más entrar conseguí incorporarme a la fila. Delante, estaba un sujeto joven, recién escalonado al tercer piso; barba de algunos días y, vaya paradoja, fachosamente vestido con fino telar. Despedía aliento alcohólico. Sobre el mostrador, aguardaban una cantidad alarmante de latas de cerveza. Su compra lo delataba.


De pronto, volteó y fijo su atención en mí. Momento incomodísimo. Sin más, lanzó una pregunta haciendo alusión al escandalizante grosor de mis anteojos:


-¿No ves nada?


Decidí no entrar en pleito y darle por su lado:


-No caon. No veo nada.


-Sí, ya veo. Pero mira mis lentes. Yo traigo los de John Lennon, cabrón- el tono de chilango afresado se vio afectado por el alcohol-.


-Están poca madres- respondí.


-¡A huevo! ¡Ah! ¡gente buena! Soy David Sevilla- extendió su mano y pude notar la sobreabundancia de llagas en su otra mano; correspondí a su gesto, presentándome:


-Soy Miguel Martínez.


-Mucho gusto Miguel- Inmediatamente dirigió una orden clara e inquisitiva al cajero: -todo lo de Miguel y lo del señor de atrás, lo pago yo-.


Quise detenerlo, pero resultó imposible. Así que pedí unos cigarros. El cajero, me miró sin chistar.


-Muchas gracias caon, te agradezco el gesto; pero, debo irme. Me esperan.


-Gracias a ti, Miguel. Un gusto.


Salí de la tienda removido. No siempre la miseria está en las periferias. Un hombre bajo los efectos del alcohol, sigue siendo eso, un hombre. Un hombre en su totalidad, necesitado de cariño.

ARTÍCULOS RECIENTES 

bottom of page