“Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita de una esposa.” Jane Austen
Con vivacidad poco usual para su época, Jane Austen nos transporta a la Inglaterra del siglo XIX, en donde conocemos a Elizabeth Bennet, una mujer intrépida e intelectual, cuya forma de pensar, la caracteriza como el personaje principal de ésta historia.
Envueltos en una narrativa algo compleja -esto se debe al tipo de inglés que usaban en la época-, Austen consigue ambientar un mundo de tenues luces, amplios bosques y miradas silenciosas en el cual describe, desde la perspectiva femenina, aquella silenciosa pasión de encontrar en otros ojos, la perspicacia que yace en el deseo de amar y ser correspondido como tal.
La forma en cómo Austen juega con el destino de los personajes -y la mala comunicación que surte como un hecho representativo de la época- es muy similar a la narrativa de Shakespeare -hacemos hincapié en su obra “Romeo y Julieta”- en donde los componentes previamente mencionados, se muestran de forma explícita, dentro de una de las historias de amor, en donde la vida se denota como la más grande de las ironías.