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Ni ángel ni bestia: en torno al hombre (2)


Imagen: PEXELS

¿Quién es el ser humano? Y ¿cuál es la importancia de realizar este cuestionamiento? ¿tiene alguna ‘utilidad’ pensar en esto? La pregunta, mi amigo, está volando en el viento… y la respuesta también (Bob Dylan dixit).


En mi columna anterior –para decepción del lector, el ensayo no tiene botón de “omitir resumen”– se planteaba como a nuestro alrededor se ‘ofertan’ distintas visiones del hombre: desde las series de televisión hasta los programas políticos. Y ante el problema de quién es el hombre, así como ante las distintas visiones, se debe evitar asumir –a mi parecer– las siguientes posturas: no tomarnos en serio la cuestión, dejarnos malinterpretar al asumir, sin darnos cuenta, alguna de las múltiples visiones del hombre que nos rodean o, finalmente, malinterpretarnos por pie propio.


La primera postura quedó resumida como un “pragmatismo nada práctico” la cual conduce de forma casi obligada a la segunda actitud: dejarse malinterpretar. No tomarse en serio el planteamiento en torno a quién es el ser humano nos vuelve miopes –por no decir ciegos– para darnos cuenta de las visiones del hombre ofertadas en el tiempo presente y por lo tanto, nos empuja a asumir dichas visiones sin oponer resistencia, “al son que me toquen bailo”.


Así, la segunda postura representa un mayor riesgo por exigir principalmente pasividad: escuchar, ver, leer, repetir, vestir, pensar, hacer, vivir, de acuerdo a las imágenes ofertadas. Del presupuesto cómodo “esto no importa y nada tiene que ver conmigo” se pasa a la sumisión inconsciente de aceptar lo ofertado sin más. Al final, quien asume esta actitud es transformado por estas visiones: algunas veces como lobo, otras como presa; como ser invencible o como menesterosidad encarnada; como voluntad de poder o como obstáculo de esta voluntad; como indispensable o descartable; como ser de instantes o como ser llamado a la permanencia, la fidelidad, la duree bergsoniana...


La constante en este cambio de visiones es la inconsistencia, la incapacidad de cuestionarse no solamente sobre los modelos del ser humano ofertados sino por una interrogante íntima: cuestionar quién es el hombre me lleva a cuestionar quién soy yo, asumir cualquier respuesta como válida no solamente trivializa la respuesta como dato teórico, me trivializa a mi al dejarme a disposición de la respuesta ofertada sin resistencia alguna.


De la inconsistencia se pasa a la falta de individualidad, de la falta de individualidad a la homogeneidad; nos vamos mimetizando con las visiones del hombre ofertadas, renunciando a aportar la singularidad que supone asumir la pregunta y la búsqueda de la respuesta en primera persona.


Queda pendiente evidenciar una tercer postura: la malinterpretación a pie propio. Mientras las primeras dos actitudes exigen principalmente pasividad e irreflexión, la tercer actitud inadecuada suele ser consecuencia ya no de la falta de atención a la pregunta, sino de la desproporción entre la agudeza de la pregunta y la falta de apertura a lo real de quien busca dar respuesta.


Aunque se alcanza a ver con claridad la pregunta e incluso a plantearse de forma seria resolverla, conforme aparecen respuestas –al principio las respuestas incomodan– se abandona la seriedad de la búsqueda y comienza la actitud ‘on demand’ ¿para qué limitarme a la realidad que me incomoda, si puedo construir una imagen del ser humano a mi gusto?


Lo anterior la convierte en una de las actitudes más peligrosas, estupidez concienzuda –atropello ontológico y soberbia existencial–. No es la indiferencia ni la sumisión inconsciente a los modelos del ser humano lo que pone en juego comprender quién soy yo, sino la necedad, la cerrazón, la voluntad que resiste el reconocimiento de la realidad y sus límites.


Ser consciente de la pregunta y las múltiples respuestas en torno a quién es el hombre, ayuda a no aceptar gato por liebre... y también viceversa. O por decirlo de otra forma, ayuda a no caer en la desgracia advertida por Pascal “El hombre no es ni ángel ni bestia, y la desgracia es, que quien quiere hacer el ángel haga la bestia."


Pero… ¿existe una actitud adecuada para aproximarse al misterio que es el hombre?

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