Solo una cosa es necesaria para deleitarse y admirar esta gran joya: la soledad, pues en el fondo y en lo esencial, estamos estrictamente solos y solos tenemos que aprender a vivir. Ya lo decía Franz Xavier Kappus, cadete de la escuela militar, quien fue el joven poeta desconocido a quien Rilke dedica esta epístola: “Cuando un príncipe va a tomar la palabra, los demás debemos guardar silencio”.
El escritor y poeta Rainer María Rilke, escribe diez cartas al militar, que constituyen su obra más difundida y leída. Durante el escrito, aconseja y expone con belleza sin igual a su ex-profesor de la academia castrense sus opiniones sobre temas que abruman a aquellos dos amigos. Una especie de instrucciones para ser poeta y hacer poesía, donde asesora que en momentos indiferentes e insignificantes, deberá ser testimonio de esa necesidad por escribir poesía. También aborda temas aún más trascendentes sobre amor y de cómo dar consejos. Reclama con fuerza el trastorno de la sociedad decadente la cual ha hecho del amor un placer público. Y que para dar un consejo, es necesario no solo abrir la boca, si no que ocurran una serie de factores en donde “se alinee el cielo y la tierra, las estrellas y constelaciones, para que algo bueno suceda”.
Aconseja al militar Kappus que “hay que servirse de la ironía para captar más la vida”. Y que procure llevar siempre consigo dos libros cuando viaje, uno para el alma y otro para el cuerpo. Sobre todo no deja pasar temas que todo poeta se cuestiona y busca una respuesta: el destino, el arte, crítica literaria, la soledad, las mujeres entre otros muchos fascinantes mundos. “Cartas a un jóven poeta” forma el más claro y profundo mensaje sobre la vida, el valor de tenerla en nuestras manos y transformarla en poesía.