top of page

Leonard Bernstein, Mahler y mi amigo el melómano

Imagen: Proyecto Puente

 

Hará poco más de un mes cuando quedé con mi amigo el melómano de ir a su casa para escuchar alguna de las sinfonías de Mahler. Entre la agenda apretada, el trabajo acumulado y los miles de pendientes que aparecen como si no tuviéramos nada qué hacer; pudimos concretar la fecha.


Por la mañana Intenté sacar adelante todos los pendientes y así poder estar sin preocupación alguna. Alrededor de las cinco de la tarde arribé en su casa. Me impresionó su habitación dedicada a la música. Retratos de prolíficos compositores por doquier. Schoenberg, Brahms, Mozart, Schubert, Beethoven, Bruckner, entre otros, vestían las paredes. Destacaban por cantidad y calidad, los dedicados a Gustav Mahler. En aquél mal denominado cuarto, en realidad es un piso completo, abundan artilugios de sumo interés para cualquier melómano. Desde partituras, esculturas, fotografías, vinos con etiquetas especiales, pasando por libros especializados en música, hasta una batuta autografiada por Simon Rattle. En medio de aquella colección privada, era imposible no prestar atención a los innumerables cajones. Movido por la curiosidad y el morbo, pregunté a mi amigo ¿qué guardas aquí? Espetó una sonrisa maliciosa y jalando hacia sí uno de ellos exclamó: Aquí tengo a Bruckner. Enfilados en el interior, había decenas de álbumes de todas las sinfonías, interpretadas por diversas orquestas. Acá está Beethoven. Por aquí tengo todo lo de Mahler. ¡Chopin! ¡Mozart! ¡Bach! ¡Brahms! ¡Shostakovich! Y así fue mostrándome uno a uno de los cajones. Siendo sincero, me emocioné.

Luego del extenso y entretenido tour, pasamos a lo más jugoso. Destapamos una botella de vino, sencillo y nada ostentoso, y pasamos a la sala. Mi amigo señaló con el índice uno de los sillones: Aquí estuvo sentado Henry Louis de Lagrange uno de los biógrafos de Mahler. Después de un miserable Wow de mi parte, se inclinó abriendo la puerta de un mueble. Extrajo un DVD de la Deutsche Grammophon y siguió su explicación: A modo de homenaje vamos a ver un concierto de Leonard Bernstein interpretando la segunda sinfonía de Mahler. Nunca había visto al compositor norteamericano dirigiendo, un auténtico derroche de expresión y sentimiento conjugado con exactitud y elegancia. Mientras tanto, mi amigo, iba explicándome algunas interpretaciones suyas. ¡Esto es el miedo del hombre frente a la muerte! ¡Escucha el tambor! ¡Fíjate en el fagot! ¡Mahler decía que…! Comenzando con la marcha fúnebre, la sinfonía recorre las estancias del hombre hasta encontrarse cara a cara al Creador. Entre estrepitosa belleza, la bondad triunfa después de todo. Culminado el deleite, derramé algunas lágrimas serenas. Ésas que son movidas por el arte. Mi buen amigo, se dio cuenta: ¡Llora! ¡No pasa nada! ¡Yo me contuve! ¡Quien, escuchando al coro, no llora es porque es una bestia! Me quedé impresionado en la capacidad del hombre de trascender. Una sinfonía compuesta hace más de un siglo, sigue conquistando los corazones de hombres futuros.

ARTÍCULOS RECIENTES 

bottom of page