El huéhuetl es un tambor de un solo tronco popular entre los pueblos nahuatlacas y el cual seguramente tiene sus contrapartes en otras civilizaciones tanto del continente americano como del mundo. Su sonido es de alta intensidad y su timbre es el de un típico “tambor indio”.
Por su fuerza se empleó entre los aztecas para llamar al pueblo a la guerra o avisar de una noticia importante, tocado desde lo alto de un cerro o de un teocalli puede ser escuchado a grandes distancias. También se echó mano de él para preparar las batallas libradas en territorio mexicano desde la época precolombina hasta la Revolución de 1910 y la Guerra Cristera, pues al producir sonidos o ruidos de impresionante alcance es posible intimidar a un ejército enemigo y eso se supo en todos los puntos del globo terráqueo. Incluso, las huestes aztecas tenían un puesto en el ejército para un “tocador de huéhuetl” que se encargaba de mantener la comunicación entre generales y subordinados por medio de diferentes toques.
Hoy cualquier ensamble de música prehispánica mexicana se encontraría incompleto sin él, pues siendo los mexicas una cultura guerrera, su personalidad sonora estaba definida en gran parte por este instrumento (acompañado del teponaztli y las ocarinas tanto ordinarias como las que producen sonidos de animales). En lo personal, puedo jactarme de alguna vez haber tenido un tambor de estos en mis manos y reconozco, de testimonio directo, que transmite una sensación poderosa a quien golpea su membrana al ritmo de un característico toque marcial nativo del Valle de México. La sensación, según mi experiencia, predispone a la actitud guerrera con la certeza de que la victoria está ahí y depende de uno mismo el alcanzarla.
Haciendo un pequeño ejercicio de imaginación, alguien puede visualizar dentro de su mente la situación de los antiguos mexicanos al estar cuidando de sus chinampas (especie de pequeña isla artificial para la agricultura) cuando de pronto llegaba hasta sus oídos la voz guerrera del huéhuetl. Si el individuo era una mujer primero pensaría en poner a salvo a sus hijos, si era varón entonces tomaría las armas y sin dejar translucir su miedo acudiría al llamado sabiendo que era posible no volver a encontrarse con los suyos.
Cuando se observa un huéhuetl ya sea directamente, en un documental o incluso ilustrado en un antiguo códice, viene a la memoria su voz profunda, su espíritu bélico y el recuerdo de un México que fue, pero que brota como la sangre roja de una herida profunda cada vez que tiene oportunidad, pues al menos todos los que hemos sido criados en territorio chichimeca (origen de los aztecas) compartimos ese sentimiento ancestral que solo puede ser explicado a través de las leyendas, la música o el vuelo de un colibrí, tótem de la guerra y símbolo de Huitzilopochtli.