Muy poca gente sabe que el entrañable cuento de Hans Christian Andersen “La Sirenita” está basado en una antigua canción popular danesa y, como ustedes ya se han de imaginar, en la historia original el ser acuático era él y no ella.
La balada (a veces disputada por los alemanes o suecos) trata sobre una hermosa mujer, Agnete, que es interceptada por un tritón mientras estaba sentada a la orilla del mar. El fabuloso desconocido le declara su amor, aceptando ella irse a vivir con él a su hogar al momento de admitir sentimientos correspondientes. El tiempo pasa, Agnete y el tritón tienen dos hijos pero un día ella siente nostalgia por la superficie y, con el permiso de su marido, lo deja a él y a los niños en el mar bajo la promesa de regresar al día siguiente.
Una vez en tierra firme hay varias versiones de lo que sucedió, en algunas Agnete muere al momento de salir a la superficie. En otras el amor que ella sentía por el tritón fue en verdad inducido por un hechizo de este ser que también le hizo olvidar sus recuerdos propios, pero no lo amaba en verdad. Aquí es cuando entra a jugar otro elemento: las campanas de la iglesia. En ciertas traducciones podríamos ver que Agnete vive en el mar sin memoria de su vida humana, pero un día escucha las campanas del templo cristiano al momento su verdadera procedencia llega hasta su mente. En todas las versiones, Agnete acaba por abandonar a su familia acuática y regresa a su mundo, a veces solo para encontrarse con las tumbas de todos sus familiares y conocidos, pues pasaron siglos en tierra mientras que en el agua solo unos cuantos años.
La balada de Agnete y el tritón nos muestra una serie de cosas fascinantes, como la lucha entre el paganismo (el tritón) y el cristianismo (las campanas) que se dio en Europa alrededor de la Edad Media, el papel vulnerable que la mujer tenía por aquél entonces e implícitos están otros temas de los que nadie hablaba en voz alta como la sexualidad o el abandono de una familia por parte de la madre.
En la época en que esta canción fue popular entre la gente, por su contenido, fue considerada parte de la música “profana”, es decir que no pertenecía al sincretismo cristiano y por ende considerada indigna de ser puesta en las rudimentarias partituras de entonces. Pero quedó en la memoria del pueblo escandinavo muy a flor de piel, la prueba es la gran cantidad de arte y dibujos animados que le han dedicado. Su esencia mágica y pagana sigue acaparando nuestra atención.
En Europa se dice que lo que nos narra un cuento puede ser verdad o no, porque este se oxida al pasar de mano en mano, pero lo que diga una canción es verdad de forma automática gracias a su música.
Bibliografía:
WINTERS, Riley. “When the Church Bells Ring: Themes and Proclivities of the Danish Folktale “Agnete and the Merman””. Publicado en ancient-origins.net el 1 de agosto de 2016.