De la misma pluma que creó la novela epistolar “Drácula” también nació esta historia de terror clásico. En el siglo XIX, el Imperio Británico se extendió hacia numerosas tierras de misterio, una de ellas Egipto, y con este hecho se desató una expectación por todo lo relacionado al país de los faraones; como nunca antes se vio en Europa. El gran compositor italiano Giuseppe Verdi creó la ópera “Aída” para inaugurar el canal de Suez aumentando la curiosidad continental. La ansiedad por vivir un poco de la gloria pasada en la nación del Nilo era tan grande que llegaron a elaborarse obras no sólo musicales, también literarias y plásticas concernientes a este tópico de interés común.
El escritor irlandés Bram Stoker no se quedó atrás y nos dejó “La Joya de las Siete Estrellas”, novela en la que combina datos egipcios con aventuras acontecidas en los lejanos desiertos del norte de África, búsqueda de tesoros, eventos mágicos inalcanzables para la razón humana, investigación policíaca y, por supuesto, una historia de amor.
La trama es narrada en primera persona por el personaje del joven Malcolm Ross, quien deberá mantener su ánimo templado al desencadenarse una extraña serie de acontecimientos y confiar siempre en Margarita, aunque algunas circunstancias parezcan en contra de ella.
Aunque este libro se haya escrito para cierta época, lugar y sector social no deja de hechizarnos con su ágil prosa, su buen cimiento de cada uno de los hechos y deja en claro por qué Stoker es uno de los “myth makers” (creadores de mitos) más importantes de la historia literaria.
En una época en que los ingleses gustaban de asistir a “fiestas para desenvolver una momia”, que eran lo que su nombre indica y el trabajo era realizado por algún cirujano famoso, esta novela debió ser bastante sugestiva al centrarnos en la reina Tera, quien ha cruzado mares de tiempo y espera el momento idóneo para regresar.